Resulta evidente la relación que guarda la incidencia de obesidad a raíz de otros múltiples factores. Sea el sedentarismo, hábitos alimenticios, ingesta de alcohol, tipo de trabajo, actividad física, calidad de sueño e incluso factores hereditarios. Todas estas variables juegan un rol en la etiopatogenia de dicha enfermedad.
La OMS define la obesidad como la acumulación de grasa anormal o excesiva que presenta un riesgo para la salud. Un índice de masa corporal (IMC) por encima de 25 es considerado como sobrepeso, y por encima de 30 es obesidad. Aunque el IMC carece de especificidad porque considera únicamente la relación altura/peso dejando afuera el porcentaje de grasa corporal, sirve como una medida accesible que brinda un amplio espectro de la realidad que vivimos junto al sobrepeso y la obesidad.
No obstante, la entrada de hoy busca destacar la relación que existe entre la duración del sueño y la obesidad. Este es un vínculo que se ha venido estudiando con profundidad en la última década, especialmente en niños y adolescentes más que en adultos. Para entender mejor la relación resulta imperativo conocer lo básico del sueño.
El sueño es un estado fisiológico donde el estado de conciencia está reducido, casi inalterable por estímulos externos (ruido, olores, tacto, etc.). Tanto la actividad sensorial como la muscular están prácticamente nulas. El rol del sueño abarca muchas aristas. Hoy sabemos que es vital para la claridad de pensamiento, para estar alertas y mantener la atención. También se sabe que las memorias son consolidadas durante el sueño y que también es clave para la síntesis de testosterona.1
Pero, ¿qué tiene que ver el sueño con la obesidad?. Según la evidencia, hay una correlación positiva que pudiera asociar la cantidad de horas con riesgo de padecer sobrepeso. En un meta análisis dirigido por Cappuccio2, et al. describieron que la reducción de 1 hora por día de sueño pudiera estar asociada con un aumento de 0.35 kg/m2 en el IMC. Para alguien de 5 pies 8 pulgadas de estatura equivaldría a un incremento de 3 libras. Si bien la literatura actual resulta inconclusa hay mecanismos que respaldan esta relación.
En experimentos de privación de sueño severo3 (menos de 5 horas en 24 horas) Spiegel, et al. describieron niveles reducidos en plasma de leptina (hormona que regula la saciedad) en contraste con elevaciones de grelina en plasma (hormona que regula el apetito), lo cual ocasionó un incremento del apetito y disminución de la saciedad que pudiera llevar al incremento de ingesta calórica total y consecuente sobrepeso. Si bien estos resultados no se han confirmando a largo plazo, es evidente los efectos agudos que pudiera tener el dormir sobre el peso corporal. Varios otros factores inducen la fluctuabilidad de estas hormonas como estrés, ansiedad, depresión, algunos anticonceptivos, etc. Debido a la sensibilidad de la leptina y la grelina a factores externos, se hace difícil aislar una razón en específico que pudiera ocasionar dichos cambios sobre el peso.
Wenjia, et al.4 describieron otros hallazgos interesantes pero con relación a largas duraciones de sueño (más de 9 horas en 24 horas). Este otro meta análisis arrojó un incremento de un 4% a la probabilidad de desarrollar obesidad en adultos. Esto tal vez se deba a que las personas que promedian más de 9 horas de sueño suelen tener una elevada ingesta calórica antes de dormir, y menos tiempo disponible para la “quema” calórica por medio de actividad física durante el día.5
Si bien ambos estudios destacan la relación entre el sueño y la ganancia de peso (posiblemente debido al importante rol que tiene el sueño en funciones endocrinas, metabólicas y neurológicas.) es necesario seguir ampliando los experimentos a corto, mediano y largo plazo. Dentro de todas las variables que se estudian sobre el sueño (calidad, frecuencia, regularidad), la “duración” es la que más resultados ha arrojado que se vinculan positivamente con la obesidad.
Tanto el sueño como la obesidad requieren de un abarque multifactorial para entender mejor el impacto que tienen sobre la salud individual y pública. En un entorno social que va cada vez más rápido resulta de gran importancia manejar hábitos del sueño y alimenticios que propicien una buena relación entre ambos disminuyendo los índices de mortalidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Worley SL. The Extraordinary Importance of Sleep: The Detrimental Effects of Inadequate Sleep on Health and Public Safety Drive an Explosion of Sleep Research. P T. 2018 Dec;43(12):758-763. PMID: 30559589; PMCID: PMC6281147.
- Cappuccio FP, Taggart FM, Kandala NB, Currie A, Peile E, Stranges S, Miller MA. Meta-analysis of short sleep duration and obesity in children and adults. Sleep. 2008 May;31(5):619-26. doi: 10.1093/sleep/31.5.619. PMID: 18517032; PMCID: PMC2398753.
- Spiegel K, Tasali E, Penev P, Van Cauter E. Sleep curtailment in healthy young men is associated with decreased leptin levels, elevated ghrelin levels, and increased hunger and appetite. Ann Intern Med. 2004;141:846–50.
- Wenjia Liu, Rui Zhang, Anran Tan, Bo Ye, Xinge Zhang, Yueqiao Wang, Yuliang Zou, Lu Ma, Guoxun Chen, Rui Li, Justin B Moore, Long sleep duration predicts a higher risk of obesity in adults: a meta-analysis of prospective cohort studies, Journal of Public Health, Volume 41, Issue 2, June 2019, Pages e158–e168
- Mossavar-Rahmani Y, Jung M, Patel SR et al. Eating behavior by sleep duration in the Hispanic Community Health Study/Study of Latinos. Appetite 2015; 95: 275–84.